Un volcán dormido en el corazon de Africa

domingo, 4 de enero de 2004

Tras los pasos de Baltasar


Los incrédulos afirman que los reyes son los padres. Pero no. En el pasaje de San Mateo 2, 1-12 se escribe que vienen de Oriente, que son magos y tampoco dice cuántos son. Como portaban regalos de tres géneros, oro, incienso y mirra, se les supuso ser tres.
Los magos de Oriente vení­an de Mesopotamia, nuestro actual Irak, lugar en el que se estudiaba la astrología y las ciencias adivinatorias (en aquel tiempo matemáticas y astronomía), el lugar donde habí­a escuelas de magos. Una estrella les guiaba. Allí­ también se conocí­an las profecí­as mesiánicas de los judíos, pero ellos seguí­an una estrella, porque eran magos.
La estrella, quién sabe si fuera una conjunción de astros (stella), les llevó a Belen, donde visitaron al gobernador Herodes. Allí­ en palacio, le leyeron su futuro incierto, el declive tal vez de su gobierno. Y Herodes les habló de los rumores mesiánicos de aquellos días, habí­a nacido el Rey de los Judíos. Si lo encontráis, magos, me lo haréis saber, verdad?, les dijo al despedirse. Los magos asintieron y su camino hacia la estrella, les llevó a dar con el bebé Jesús, nacido en una cuadra.
Ellos señalaron al recién nacido con sus regalos, seguros de la fuerza del destino y de sus propias predicciones. Seguros de su hallazgo prefirieron no revelar el secreto al rey opresor.
La leyenda de los magos fue representada en las catacumbas y escrita por el evangelista unos sesenta años después, ya que Mateo fue uno de los doce discípulos de Jesucristo.
Pasaron siete siglos para que san Beda el Venerable describiera a tres reyes magos, con sus nombres y sus rasgos físicos. A Baltasar le describió negro y con gran barba. Su nombre en hebreo Belsha'tstsar, se traduce como "el dios Bel protegerá a su rey", el dios Bel, dios semita (de los descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé). Idolos de Bel se encontraron en Ibiza y en Santa Colomba de Somoza (León), traídas por los fenicios (actuales libaneses) entre los siglos VIII y VI AC. También el regalo de Baltasar, según Beda, fue adivinatorio ya que "atestiguó mediante la ofrenda de mirra, que el hijo del hombre debí­a morir".
Más tarde la Iglesia se sirvió de esta leyenda para sus impulsos misioneros, evangelizadores y hasta para repartirse los supuestos huesos de los magos entre Colonia y Milán.
La historia juega con las expectativas de cada generación. Si Baltasar fue africano o no, es lo de menos, lo que me fascina de esta historia es el encuentro de la ciencia esotérica con el nacimiento del mesías de nuestra era. La conjunción de ámbitos en un pesebre: ciencia y religión, pueblo y rey. Y me surge la pregunta: ¿qué buscaban estos magos al encuentro de la estrella? No sé, pero no creo que fuera azar lo que encontraron, ya que el azar no existe en la adivinación.

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