Un volcán dormido en el corazon de Africa

lunes, 19 de julio de 2004

Detalles


Desde que dejé Duala hasta ahora, han pasado diez meses. Apenas en seis días la he revuelto toda buscando los detalles que atestigüen el paso de este tiempo.
Y qué he encontrado?
 
Antes en las mesillas de noche de los hoteles, había un ejemplar del Nuevo Testamento.
Ahora encuentro en los cajones condones de la campaña de la OMS contra el SIDA.
 
En el bar donde solía beber mis cervezas al anochecer siguen habiendo los mismos bancos y mesas de madera que hace seis años; la pintura nunca tocó sus paredes mugrientas y el baño sigue en el mismo rincón, con el techo a un metro y medio del suelo. El water sigue sin saber nada del agua, pero a alguien se le ocurrió la brillante idea de ponerle una tapa.
 
Los niños-de-la-calle, ya han comenzado a esnifar pegamento. Ahora les da igual no haber comido, el hambre se calma a gritos y a golpes.
 
El pescado a la brasa humea al atardecer en cada esquina. Esto no ha cambiado, pero cada tarde me sorprende el aroma de Duala.
 
Las discusiones de los bares, de los taxis compartidos, de las mujeres en los mercados. La destreza del comentario inteligente. En Camerún no se cuentan chistes, se representan. Cada camerunés es un perfecto actor, un comediante. En una obra abierta, interminable, con infinitos papeles, que se reparten cada dia.
 
La sonrisa acompaña al ingenio de sobrevivir. Cada día un nuevo día. 
 
Camerún sigue siendo ese país dulce que te embriaga, pero que te mantiene todo el día de resaca. Todo el día en la carrera, en la pelea.
 
En realidad todo es distinto ahora, porque ahora ya no soy de allí. Ahora observo los detalles desde arriba.

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