Tras los pasos de Baltasar
Los incrédulos afirman que los reyes son los padres. Pero no. En el pasaje de San Mateo 2, 1-12 se escribe que vienen de Oriente, que son magos y tampoco dice cuántos son. Como portaban regalos de tres géneros, oro, incienso y mirra, se les supuso ser tres.
Los magos de Oriente venían de Mesopotamia, nuestro actual Irak, lugar en el que se estudiaba la astrología y las ciencias adivinatorias (en aquel tiempo matemáticas y astronomía), el lugar donde había escuelas de magos. Una estrella les guiaba. Allí también se conocían las profecías mesiánicas de los judíos, pero ellos seguían una estrella, porque eran magos.
La estrella, quién sabe si fuera una conjunción de astros (stella), les llevó a Belen, donde visitaron al gobernador Herodes. Allí en palacio, le leyeron su futuro incierto, el declive tal vez de su gobierno. Y Herodes les habló de los rumores mesiánicos de aquellos días, había nacido el Rey de los Judíos. Si lo encontráis, magos, me lo haréis saber, verdad?, les dijo al despedirse. Los magos asintieron y su camino hacia la estrella, les llevó a dar con el bebé Jesús, nacido en una cuadra.
Ellos señalaron al recién nacido con sus regalos, seguros de la fuerza del destino y de sus propias predicciones. Seguros de su hallazgo prefirieron no revelar el secreto al rey opresor.
La leyenda de los magos fue representada en las catacumbas y escrita por el evangelista unos sesenta años después, ya que Mateo fue uno de los doce discípulos de Jesucristo.
Pasaron siete siglos para que san Beda el Venerable describiera a tres reyes magos, con sus nombres y sus rasgos físicos. A Baltasar le describió negro y con gran barba. Su nombre en hebreo Belsha'tstsar, se traduce como "el dios Bel protegerá a su rey", el dios Bel, dios semita (de los descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé). Idolos de Bel se encontraron en Ibiza y en Santa Colomba de Somoza (León), traídas por los fenicios (actuales libaneses) entre los siglos VIII y VI AC. También el regalo de Baltasar, según Beda, fue adivinatorio ya que "atestiguó mediante la ofrenda de mirra, que el hijo del hombre debía morir".
Más tarde la Iglesia se sirvió de esta leyenda para sus impulsos misioneros, evangelizadores y hasta para repartirse los supuestos huesos de los magos entre Colonia y Milán.
La historia juega con las expectativas de cada generación. Si Baltasar fue africano o no, es lo de menos, lo que me fascina de esta historia es el encuentro de la ciencia esotérica con el nacimiento del mesías de nuestra era. La conjunción de ámbitos en un pesebre: ciencia y religión, pueblo y rey. Y me surge la pregunta: ¿qué buscaban estos magos al encuentro de la estrella? No sé, pero no creo que fuera azar lo que encontraron, ya que el azar no existe en la adivinación.
Un volcán dormido en el corazon de Africa
domingo, 4 de enero de 2004
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