Un volcán dormido en el corazon de Africa

martes, 29 de julio de 2003

Esperanza


Hoy me levanté un poco triste y fui a ver a manengumba, que me recibio con una sonrisa y me invito a contemplar la vasta tierra y el ancho cielo. En seguida, le pregunté qué pensaba sobre los hombres.
- Que yo sepa hay dos tipos de hombres, me respondio la montaña.
- Ah, ya -interrumpí- negros y blancos?
- Oh no, no! -rio la montaña- son los sabios y los ignorantes.
Los sabios fueron los primeros en llegar. Hombres pequeños que viven, aun viven, en el seno de la selva. Se visten con la corteza de los arboles, se alimentan de sus frutos y de pequeños animales, curan sus enfermedades con los secretos de la vida brotante.
Los sabios agradecen esos dones a su madre, la selva, con canciones y con danzas, y ésta al sonreir, hace crecer frutos dulces para alimentar esas pequeñas voces.
Los sabios saben que la selva les protege y nunca salen de ella. Todo cuanto son es gracias a la selva, se nutren de ella y mueren en ella.
- Hablas de los pigmeos, manengumba?
- Hablo de los hombres sabios.
- Y los ignorantes?
- Esos son los que llegaron después, destruyeron la selva y la siguen destruyendo, y apenas hacen nada mas.
- Entonces, no hay esperanza?
- Para la selva, ya no. Para el hombre ignorante sí, porque puede aprender a ser sabio.

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