Un volcán dormido en el corazon de Africa

jueves, 7 de agosto de 2003

La dama negra


Cerca del puerto, junto al almacén del griego Arno, se encuentra un hotel de una planta con fachada de madera, puertas acristaladas que te conducen, tras un recibidor paragüero a una sala doble, a un lado una barra y un banco largo y al otro mesas redondas y sillas de madera. En el techo ventiladores de bronce giran titilando.
Es el primero de los hoteles que figuran en la guia del trotamundos edicion "africa negra", uno de los primeros de duala y el ultimo de los coloniales, actualmente en manos de una mujer cincuentona que veranea lejos del sol para no ennegrecer en las playas de mallorca.
En el interior, varios blancos residen desde hace años, tal vez desde antes de que el pais dejara de ser colonia francesa, y de donde nunca salieron para comprobar qué habia sido del exterior sin sus compatriotas.
Uno de ellos, sujeto a una cerveza a presion, es italiano de origen y habla español con perfecto acento argentino. Su nombre, Nicolas.
"Este pais ya no vale un chavo", dice, mientras bebe y pide otra. Y por qué no te marchas? le pregunté.
"Estoy esperando a ver si sale un negocio que he comenzado".
Otro, un inglés te cuenta que un camerunés le arruinó hace tres años y lleva aqui otros tantos buscando al culpable y convocandole a juicios. Ya ha gastado tanto en abogados, que ya no tiene adonde volver.
Y las historias son todas parecidas, de cuando en cuando alguno de ellos muere colgado en su habitacion porque ya no puede mas. La dama que les aloja, llama simplemente a la embajada "el señor Morot tenia una deuda acumulada de quince millones de francos cfa en los seis años que hizo en mi hotel"
Luego todo vuelve a la normalidad. La dama se acerca a ellos por las noches y les susurra: "no te preocupes, yo te voy a ayudar a resolver tus negocios, tengo muchos amigos influyentes, ven a mi casa y hablamos".
Y esa noche, el hombre ve como la dama le hace olvidar y a partir de esa noche, una sonrisa y unos ojos vidriosos se dibujan en la cara demacrada de un muerto viviente.
A partir de esa noche, el miedo atenaza sus musculos y su cerebro y nunca mas vuelve a dormir porque teme soñar.

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