Un volcán dormido en el corazon de Africa

martes, 26 de agosto de 2003

Un pigmeo


Recuerdo muy claramente a un belga que anunciaba a los presentes en la terraza comunitaria de la residencia para misioneros de La Salle de Duala que él "era pigmeo".
Habia vivido con los baka durante cincuenta años. Llegó a la selva con apenas veinte, sin saber una palabra de baka y tan solo con una pequeña mochila.
Se dejó acoger por los anfitriones de la selva y compartió simplemente toda su vida con ellos.
En los ultimos años, empujado por el problema de la desaparición de su etnia de adopción, hizo un viaje a europa donde confeccionó un diccionario francés-baka baka-francés y otros libros de canciones, proberbios y cuentos baka.
Pero era una de las primeras veces que yo visitaba Duala y apenas sabia lo que estaba viendo; reconozco que pensé que vivir tanto tiempo en esas circunstancias le habia trastornado un poco.
Ahora, a medida que voy conociendo a los pigmeos me voy dando cuenta de que este hombre no estaba loco. Los mismos gestos que hacia al hablar, son los gestos pigmeos; la misma forma de sentarse en cuclillas sobre el suelo; la misma manera de sonreir; el mismo tono de voz, esa melodia aguda pero no chillona; las mismas carcajadas cuando algo le sorprendia.
Ahora sé que ese hombre es un pigmeo.

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