Un volcán dormido en el corazon de Africa

domingo, 5 de octubre de 2003

Taxi-blog


Los taxis en africa no son sólo medios de transporte, sino lugares de encuentro. Pequeños blog, si así se puede entender mejor.
En Camerún un taxi es un coche pintado de amarillo donde hay un conductor, un taximan, normalmente bamileké. Suele ir bien vestido, como mi amigo Prestige, que va siempre de traje y corbata. Algunos llevan sobre el cuello una toalla de baño, para que el sudor no les manche la ropa y todos, todos, llevan pañuelos de papel en el salpicadero.
En Camerún los taxis se comparten, deambulan por la ciudad y van recogiendo y escupiendo pasajeros en cada calle, tratando de hacer un recorrido lo más derecho posible, para evitar enfados de clientes avezados y de no sobrecargarlo a más cinco plazas.
El chofer lleva el hilo de la conversación, y en cada esquina baja la música y escucha los destinos que le lanzan.
- Akwa Nord, deuxcents !
- Boulangerie Saker!
- Rond Point Deido!
El destino que se encuentra en su recorrido es respondido con un doble claxon y el taxi se detiene para que el pasajero se acomode.
Al entrar, siempre te encuentras con una conversación. Comentarios sobre alguna de las noticias que va escupiendo la radio, comentarios sobre artistas, sobre la policía, sobre los blancos o sobre alguien importante que murió antesdeayer.
Los posts y los coments se suceden y se renuevan con cada nuevo pasajero que acierta a entrar en el taxi, dando nuevos giros a la cuestión, nuevos puntos de vista.
Y el conductor del taxi retiene el hilo y argumenta con comentarios de otros pasajeros que ya salieron dos barrios más allá. Y se sabe que los chóferes conocen mucho, casi todo cuanto ocurre en la ciudad; tanto que a menudo se comentan luego sus noticias como si formaran parte del telejournal de las 20 horas.
- ¿Sabes que ayer un padre ha cortado la cabeza a sus hijos?
- ¿No me digas? ¿De verdad?
- Sí, me lo dijo el taximan que me trajo. Ha ocurrido en Camp Yabassi, un tchadiano, le quería vender las cabezas a un blanco que le había prometido tres millones por cada una.
- Oh! Por tres millones, ¡qué barbaridad! Los blancos son salvajes.

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