Un volcán dormido en el corazon de Africa

miércoles, 10 de septiembre de 2003

Basilé


De puntillas sobre la loma más alta de Manengumba, miro al suroeste. El sol anaranjea el mar de cielo a mi derecha.
De frente sobre nosotros, se encuentra Fako, el padre de los otros montes que me rodean. El mayor y el más poderoso de cuantos nos rodean. El monte Fako, el impetuoso, el que gimiendo y sangrando se elevó en el pasado de los montes desde el mar hasta las nubes. El que aún ha de crecer y desgajar la tierra.
Tras él, mi mirada se impregna de nuevo con la efigie negra de Basilé, el volcán que creó desde la profundidad del océano. El que hizo hervir las aguas. El que abrió el mar, para besar las nubes, para conocer a las aves, para sonreír al sol. El que empujó a su hermana la Caldera de Luba, para no estar solo, para crecer juntos hacia la luna, para escuchar juntos las canciones de los vientos.
Allí se posaron mis ojos, entre los dos montes hermanos.
- Sabes que si vas a Basilé, me dijo Manengumba, tendrás que abandonar tu caballo en el continente. ¿Lo sabes?
- Lo sé.
Y mis pensamientos se ensombrecieron.
Pero no dejo de mirar.
Allí es donde miran mis ojos, en estos días.

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