Un volcán dormido en el corazon de Africa

jueves, 25 de septiembre de 2003

Nigel Barley


Nigel Barley es un antropólogo torpe.
Un viajero que no quería viajar. Un erudito que no quería conocer.
Un inglés excéntrico (no se preocupen a él le gusta saber que los españoles le suponemos así) que hizo un viaje a Camerún.
Lo conoció por casualidad, cerrando los ojos ante un mapamundi y tirando un dardo; el azar quiso que se clavara en el pueblo dowayo.
Su poca convicción en los métodos epistemológicos le sirvió para poner en tela de juicio los trabajos de campo y así poder visitar aquel pueblo primitivo con inocente torpeza.
De su primera visita, sacó dos estudios: la tesis doctoral sobre los dowayos en Camerún que le valió el correspondiente progreso curricular y una novela bestseller, especialmente escrita para torpes y otros que nunca quisieron saber.
Disfruto leyendo sobre todo ese párrafo donde el antropólogo fue a desvelar los secretos del jefe de la lluvia dowayo, aquél que manejaba los vientos y las lluvias usando las piedras de la lluvia, las cuales resultaron ser canicas de vidrio de color. ¿Cómo justificar ahora su viaje a aquel lugar abominable, donde era además imposible tomar un té con leche?
Pero en seguida encontró una excusa para regresar a enfrentarse a una plaga de caterpilars (que es la palabra en pidjing para llamar a los escarabajos, y no a las orugas). Y se encontró con que ya no conocía a sus antiguos amigos dowayos ya que después de un año ya no llevaban la misma camiseta.
Por fin, se entrega al estudio de unas mastectomías inexistentes y al fin regresa al mundo civilizado donde toma un café pensando una nueva excusa para volver a África. Esta vez un sombrero fabricado en Camerún le da la pista.
Nigel Barley nos analiza rigurosamente el dedo del sabio a quién pregunta por la luna y uno se acaba preguntando si en definitiva esto es lo único necesario y suficiente que el discurso científico nos aporta.
Que nadie viaje a África sin haberlo leído antes.

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