Un volcán dormido en el corazon de Africa

jueves, 4 de septiembre de 2003

El zapatero mbororo


Yendo de regreso a manengumba, pasé por el pueblo que vive a sus pies. Alli compré unas cerillas y fui a ver a un mbororo ciego, que al no poder ya llevar ganado, ahora arregla zapatos. Le di los mios y me senté a su lado ya que estaba descalzo.
Nos habiamos saludado antes, salam aleikum, luego en fulbé yamna, pero no supe añadir algo en mbororo, cosa que no le molestó.
- Juan, me dijo, mi hija se casa pronto, te vendo una res.
- Quien te dijo que yo compro reses, ahora?, reí.
- Te ayudará. La gente del pueblo se pregunta qué haces en lo alto de una montaña. Tu sabes que es el trono de su dios, y que la gente habla mucho, no saben por qué un extranjero viene hasta aqui para vivir junto a su dios.
- Tienes razón, papá. Pero no podria ocuparme de ella. Sabes que no estoy siempre en la montaña.
Tras la negativa, el zapatero quedó pensativo, mientras cosía.
- Tú sabes que yo no creo en los dioses de estas gentes, me dijo, yo voy a la mezquita.
- Ya lo sé.
Luego siguió con su trabajo. Con sus dedos calculaba la superficie de la piel de mis zapatos. Las puntadas eran perfectas.
- Por qué no regresas a tu pais, Juan?
Nunca me ha molestado esta pregunta, tantas veces me la han hecho; muchos menos viniendo de mi papá mbororo.
- Tú has preparado la boda de tu hija desde que ella nació, al igual que las de tus otras hijas, asi como las de tus hijos. A mi nadie me ha preparado la mía. Se supone que cuando la quiera hacer, la pagaré yo.
- Toma tus zapatos, hombre pagano. Dame mi dinero y vete rapido, porque te he hablado bien y no me quieres entender.
- Gracias, papa, algun dia comprenderé.
Le pagué lo que le debía, me puse mis zapatos y comencé a subir a la montaña.

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